Ella era…PERFECTA. No había otra palabra que la describiera mejor. Era irresistible, era hermosa, la dificultad era que ella lo entendiera. Podían ponerle enfrente a todas las mujeres que existieran en el planeta, el se iba a mantener indiferente ante cada una de ella porque no le importaban. El solamente quería a ella, la mas hermosa de todas, la Julieta perfecta para el, la única que amaba, la única persona que merecía todo su amor.
Pero no solamente la amaba, le encantaba. Era perfecta por donde se la mire, con un rostro envidiable, un cuerpo perfecto, sus formas, su suave y tersa piel que lo invitaba a soñar, a fantasear de maneras inimaginables.
Sus labios eran el fruto de los dioses, tan delicioso, tan difícil de obtener. Sus pechos perfectos, al alimento de su creación y sus mas recónditas fantasías, su vientre delicado, suave, PERFECTO. Su edén, su lugar prohibido, tan imposible para muchos, buscado por todos, conseguido por ninguno era el centro del universo, el lugar al que solo llegaba el privilegiado, para terminar en sus frágiles y delicadas piernas que sostenían al perfecto cuerpo del que era dueña. Pero lo mejor de todo, lo que más gozaba era que no confundía amor con sexo. Porque ella era su vida entera, era la UNICA para el, era la que amaba desde el fondo de su corazón, pero a la vez la deseaba, ella lo excitaba, creaba fantasías inexplicables en el, que ninguna mas podía crear. Era la mujer para el, la dueña de su pequeño cuerpo, de sus labios. Era la propietaria legítima de su corazón y nadie tenia el derecho de reclamarlo porque ella se lo había ganado. Cada pequeño sentimiento, cada sensación al lado suyo eran merecidamente de ella. La que dominaba por completo su mente, su cuerpo y su alma. Se acabaron las palabras, solo queda actuar.
Izzy Stradlin/Jeff Isabelle®