viernes, 12 de septiembre de 2008

Uzι Suιcιdе

Eran alrededor de las 4. AM y todos dormían en la casa, menos ella. Ya no recordaba la última vez que había podido dormir bien. Sentía que habían pasado años. Pero esa madrugada ya no pudo más. Estaba completamente destruida. Su mente había sido pulverizada hace tiempo, apuñala con malas intenciones de personas que solo buscaban su propia satisfacción, había recibido tantos golpes que ya no podía pensar

Su delgado cuerpo adolescente, escuálido. En sus brazos y piernas, las marcas del dolor, las marcas del sufrimiento, esas marcas que gritaban cada vez que sangraba, gritaban su deseo de muerte, sus ganas de correr hacia la luz, sus ganas de DESAPARECER.

Bañada en sudor y lágrimas, con el cuerpo temblando hasta su rincón más recóndito, se levanto de la cama y se dirigió hasta el baño, pero no sin antes tomar un pequeño trozo de metal con el que su padre solía afeitarse que le había robado a escondidas.

Se acostó sobre la fría bañera que aun permanecía húmeda después del baño matinal de su madre, sintiendo de lleno el doloroso frío que caminaba por su espalda. Estiró su brazo como si estuviera pidiendo clemencia y asesto el corte. Casi acostumbrada al dolor, solo atino a sonreír y soltar una tímida lagrima que recorrió todo su rostro hasta perderse en el mar de sangre que cubría su brazo. Pero eso no le bastó. Se sentía vacía. El desolador paisaje de la bañera llena de sangre no le alcanzaba. Tomo el pedazo de metal filoso y sin dudar ni un segundo arremetió contra su huesudo brazo. Pego un tímido grito, casi se confundía con un gemido de placer y se reposo completamente en la bañera como demostrando que se sentía bien. Pero de la nada se levanto. Como si hubiera recibido una descarga, empieza a llorar. Tan desquiciada ella, tan enferma, tan bipolar, tan incomprendida. El rastro de sangre comienza a ser limpiado por las lágrimas que van ganando terreno poco a poco.

Intenta pararse, pero todo esta demasiado resbaloso. Trata de apoyarse en los bordes, pero sus brazos empiezan a desangrarse cada vez más. Con un último dejo de fuerzas, consigue levantarse, dejando un rastro de tinte rojo por donde camine, hasta llegar al botiquín de su madre, bendito aquel que contenía todas las soluciones a sus problemas.

No se decidía. Las rojas serian mas rápidas o las azules menos dolorosa? No era el momento de pensarlo. Solo decidió formar un perfecto violeta y olvidarse de todo por un largo tiempo. Quizás demasiado.