De un minuto al otro dejaron las palabras. El ambiente quedo en completo silencio. Solo se escuchaban sus apasionados besos. Al darse cuenta, estaban recostados en la cama, y en ese instante, el tiempo se detuvo. No había nadie más en el universo. Miles de planetas desaparecieron, millones de galaxias se esfumaron, trillones de estrellas se extinguieron. Solo estaban ellos dos encerrados en la habitación. Bañados en caricias, sumergidos en pasión, sus ropas comenzaron a quedar tendidas en el suelo. Tan pequeños como ignorantes, no contaban con experiencia pero tenían lo más fuerte que podía existir: EL AMOR. La tarde no era más que otro día en el paraíso, el paraíso que construyeron juntos, su cielo personal donde se separaban del resto del mundo para amarse como si fueran una sola persona. Las horas transcurrían, sin embargo nada los apartaba de su mundo, olvidando completamente todo, incluso sus propios nombres. Pero había algo que jamás iban a olvidar y era que se amaban. El tiempo en su paraíso caminaba muy lento, el placer y la felicidad eran eternos, ya no había dolor ni sufrimiento, mucho menos rencores. De pronto, el comenzó a besar su frágil cuello hasta perderse en sus delicados pechos, que saciaban su enorme sed, la de hacer suyo ese cuerpo, hasta llegar a su suave vientre, que enciende su pasión hasta llegar a limites insospechados para finalmente llegar hasta el lugar prohibido, aquel que era deseado por muchos pero que nadie lo había conseguido, al jardín del edén tan codiciado. Pero el tiempo en un momento debía continuar, pero ellos eran felices. Separándose del resto. Pobres ingenuos. Eran como el cielo y la tierra, el cielo el infierno. Eran como agua para chocolate.
SMOKE-A-LOT
Hace 15 años